lunes, 30 de octubre de 2017

Coloreando

Amarillo

Pocas veces he tenido la dicha de sentirme sola.
De saberme alejada de todo, de sentirme verdaderamente extranjera en todo el sentido de la palabra. He deseado más de un centenar de veces, sucumbir ante esa sensación. Arrojarme como pluma al vacío, sin prisas, sin pretención; caer hacia lo grisaseo de la vida. Verás, soy creyente de un solo color. Todos los demás, en gran parte, me parecen un tanto ridículos; soberbios, o rayando la desesperación. Creo en aquel tono brillante, como quien cree en el sol, en Dios.


Anaranjado

La razón por la cual hay horizontes en mis ojos es por el sol con el cual él inundó mi visión. Su color, perfecta combinación con mi amarillo. El color de los tigres de bengala. De los dioses de la jungla, de las puestas de otoño. De mi primer yoyo, mi primer disfraz de Halloween. Su sol fue el otoño de mi vida, la temporada en la que hay introspección, en la que se da un vistazo hacia temporadas pasadas sin rencores, envuelto sólo en nostalgia. Fue agua de frutas de temporada, soles de abril y colores terrozos entre el bosque; fue otoño. Nuestro altar en día de muertos, chocolates y cola para su abuela, veladoras para las almas olvidadas.

Café

Como se ha dicho tantas veces, no hay café como el de su mirada. Café amielado, verdozo, terrozo. ¿Alguien puede imaginarse unos ojos del tamaño del sol? ¿Con la intensidad de cuatro veranos en un solo año? Con la sequía que traería consigo, con el calor abrumante, y la vida apresurada por encontrarse con un poco de frío, buscando por los rincones, buscando como quien busca el frío de la noche ante la furia del calor del día. ¿Pueden pensar lo que es ver una constelación tras otra, envueltas todas entre lo blanco de sus ojos? Y llegar hasta aquí, nuevamente, para encontrarse ante la niñéz que esonde en sus pupilas. La picardía de un niño que te mira en complicidad. La ternura de ver un ave suspendida al viento, arrojada al vacío por su vigilanti que ha creído que se encontraban, ambos, listos.


Negro

Podría hablar de mis veranos, de mis inviernos, la primavera que me dió a luz a este mundo y en cada una de ellas estaría presente su cabello, su piel morena. Ella es una sola, no hay anexos necesarios, es por que soy y con eso mi alma se abraza a la suya con la fuerza de las mareas de madrugada. Es su corazoncito el que late insistente en mi oído, avisando de vez en cuando que su amor es eterno, que su alma es blanca y que sus ojos son negros.


Hay un patrón en los colores que me traen a ellos con entrega y resignación. Historias que no se logran eliminar con un botón, que no caben en un cuadro, que nisiquiera caben por completo en una casa. Soy fiel creyente del amarillo, pero colorear con un solo color no sería trascendental, no sería creatividad, no sería siquiera colorear.

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