sábado, 31 de octubre de 2015

Un tranvía llamado deseo.

Mujeres arrojadas hacia la necesidad de la pasión de un amor eterno.
Muertas mil veces; asesinadas por poco menos que un beso apresurado.
¿La edad?
¿Pudor?
El toque sensual del hombre bárbaro.
Su simulada superioridad.
Mujeres y hombres por igual, sufridos.
Sufriendo entres los brazos del otro.
Un tranvía llamado deseo.

miércoles, 21 de octubre de 2015

lunes, 19 de octubre de 2015

Solo fragmentos

Nada como ver la cara de aquellos llenos, inundados en pensamiento
Que no miran nada a su alrededor, que caminan como en automático, sumados en sus preocupaciones o en sus anhelos que no se han logrado, o al menos no como quisiesen.
Sobra decir que la felicidad no se mide en logros, tal como la historia no se mide en causa/efecto, ni en relatos.
Mi historia se mide en caras desconocidas, en versos escritos, en cuentos perdidos, y tú.
Sí, tú.
Tú todo, pues hablar de ti como hombre, como voz, como duelo, te fragmenta y te hace algo que no eres. Algo que yo no pretendo. Quisiese plasmarte aquí como un todo. Sin presente ni pasado. Sin acentos, ni puntos finales. Ni prolongarte entre comas.
Te quiero tú. Te quiero tu.
Te quiero lejos o cercano pero en verso, en beso o lo que sea que me de un tú completo.

jueves, 8 de octubre de 2015

Chiquitirri

El tiempo ha muerto.
Para dar vida.
Para sembrar sabiduría.
Mi tiempo ha muerto, ha dejado de latir su corazón.
Han dejado de verme sus ojos, sus oídos sordos a mi llanto.
Ha muerto como morimos todos y ha dado paso al duelo.
Para dar ojos húmedos con los cuales observar la borrosa realidad.
Para reflexionar sobre los sueños, las expectativas de vida de cada cual.
Él; mi tiempo nuestro tiempo, se ha fundido con cada recuerdo, cada lenguetazo, cada "patita"...
Él; mi Kauitl ha muerto.

domingo, 4 de octubre de 2015

Pornografía mental

¿Cómo puedo desnudarme de complejos?
¿Cómo puedo yo introducirme en tus pensamientos así, desnuda?
Cómo hacer para transmitir un poco de lo mucho que quisiera decir, y si acaso eso es mucho pedir me conformo con escribirlo. Pero no.
No escribo como quisiera, no se materializan mis sentidos en estas palabras que no te llegarán como quisiese que llegaran. Desnudas.
Quiero introducirme así entre tus sabanas, las que he mojado cientos de veces en mi mente con oleadas de insomnio. Y ahí, pegadas mis palabras desnudas con tu cuerpo desnudo, fundirnos entre sentires que no llegarían a fundirse de ninguna otra manera.
Por que prefiero caminar desnuda por el mundo, con miradas grotescas, morbosas que caminar como mojigata, cubriendo mis pensamientos por temor a que sean violados.
Entonces... por qué sigo aquí, vestida de complejos, atormentada por voces que no dicen más que lo que deben decir y no aquello que quisieran.
¿Cómo puedo yo huir de aquí, de estas palabras que me aprisionan con sentidos que no son los que yo quiero dar a sentir?
Las preguntas que rondan mi mente noche y día, día y noche, hasta que ya no hubo diferencia entre ellas. Hasta que la realidad se fue fundiendo con los sueños y los sueños con las alucinaciones que da la falta de una realidad. Hasta que las preguntas ya no fueron preguntas sino respuestas sin sentido por que el sentido fue irrelevante para estar en paz.
Heme aquí. Desnudándome de apoco entre este espacio virtual, tan virtual como tu mano derecha, tan virtual como tu último pensamiento. Desnudándome acomplejada,... desnudándome por deber. ¿No somos entonces prisioneros de nosotros mismos, de nuestros deseos? De nuestras ganas de ser lo que quisiésemos ser pero no somos. Que quisiésemos dar pero no podemos dar más de lo que debemos. Deber; el primer enemigo de la libertad y el primer amigo de la mente infantil que va buscando cómo ir por la vida si quiere sobrevivir.
Y entonces... somos arrojados a este mundo, arrojados completamente desnudos y nos vamos cubriendo de apoco como caparazón, como tortuga, para salir por fin al mundo. Para triunfar, para cruzar el océano que nos aterrizará nuevamente a esa misma playa dónde fuimos robados de nuestra perfecta desnudez, para reproducir el ciclo y arrojar más desnudos a este mundo. Que al igual que tú, se vestirán por deber. Se llenarán de deber y vomitarán deberes hasta que no quede nada que vomitar. Y después de eso... realidad. O falta dé... no sé. Sigo vestida... semi-desnuda. Entre aquí y allá. Nunca aquí, nunca allá.

jueves, 1 de octubre de 2015

Hoy fue un día soleado.

Hoy puedo ver la luz del sol entrar por mi ventana...
 Y nada más.
Hoy no pude ver el cielo azul, tampoco me interesó saber si los pájaros cantaban. Si mi perro no había venido a lamerme la cara desde temprano, como todos los días.
Hoy entró la luz por mi ventana. Ese solo hecho arruinó cualquier hecho que pudiese venir después. Mi ventana, violada por la estrella irradiada que cuesta tanto ver de frente. No se puede más que verla de reojo, celosos de su belleza deslumbrante.
Valiente aquel que logra verle de frente.
Valiente aquel que ve algo más que esa belleza entrar por su ventana. Que logra desafanarse de esas grandes simplicidades de la vida. Aquel que sigue con su vida, como si no se desmoronara con la sola briza de su aliento, caliente sobre la espalda de la mañana.
Valiente aquel que sobrevive a la tortura de mil cosas en la cabeza, que no interesan pero que pesan ¡cuanto pesan!.
Hoy no pude levantar un solo dedo, no pude hacerme de la vista gorda, no pude pararme de la cama y hacer como si me importara qué vestido quedaría bien con el clima de esta bonita mañana. Hoy solamente pude admirar el sol por mi ventana, desenterrar de entre mi vocabulario qué palabras acomodar para describir esta obra de teatro perfectamente orquestada por el titubeo de los destellos sobre el vidrio medio chasqueado. Hermosos minutos que pasaron admirando tal belleza. Perfectos para describir el día entero. Resumirlo en un par de minutos, el resto, ¿qué interesa? El resto es mero protocolo, el teatro de la vida mediocremente orquestado por trivialidades que nos hacen menos sol por la mañana, menos noche a luz de luna, menos todo y más nada.
Y nada más.