miércoles, 25 de febrero de 2015

Realidad(es)...

Camino entre las palabras que dejaste atrás. De las que ya no te acuerdas pero que en mi trazan un camino que no camino a paso firme. Tambaleo entre el, cayendo a veces. Abro paso por los senderos que parecían intransitables, por caminos que recorrí quizá en sueños, que al despertar olvidé solo para sumergirme en nuevos, irrecordables.

 El recuerdo parece ser lo único real. El recuerdo de tus palabras, que pude tocar solo al momento en el que resbalaron de tus labios; hacia el olvido. Rescatadas entre mis manos ardientes, fervientes de fe. La misma que crea la realidad del recuerdo. La fe que tengo se me aparece borrosa, se desliza entre mis manos y no la puedo sujetar con la fuerza que quisiera, o que debiera. Mis manos no son las mismas, mi fe al igual que ellas se han arrugado entre la duda que da el placer del tiempo. Argumentaría las veces incontables que te he sostenido entre mis brazos, como reales; sin querer tener la razón. Entraría entre tu voz y colmaría el éxtasis que produce posarse sobre cada sílaba. Argumentaría lo que fuera necesario, aun sabiendo mis argumentos inútiles. 

martes, 24 de febrero de 2015

A falta de palabras...


Te mando besos. Que no te puedo dar. Que quizá no quiera darte. Besos que queman los labios y no saben a lo que deberían de saber. Verás, no son besos los que te mando, son ganas de acariciarte los labios. Ganas de alejarte el cabello de la frente y mirarla entre la sombra en la que te envuelve tu cabello. Te envío ganas. Las ganas que me sobran pero no se cómo lograrla. Se deshace entre mis palabras que no dicen más que lo estrictamente necesario. Que desaciertan y se mal logran con títulos tristes de media noche.
Más de una vez me ha despertado el olor de tu voz en mis manos. Y ahí justo en el momento de tocar lo que nunca se toca, lo que limitado por sentidos creados se prohíbe tocar. O bueno, no se prohíbe, simplemente no se piensa, no se considera. No se puede desear sin lujuria. No se cuestiona siquiera el sentimiento que no encaje en una categoría. Tu no encajas en ninguna. Eres desdicha y eres coraje. Y al recontar lo que creo que eres, resulta que no encajas en ninguna palabra. 
Tu voz acaricia mis propias palabras. Juegan y se acuestan para contarse a carcajadas lo que no se puede contar de ninguna otra manera. Ganas. Lo único que se me ocurre. Ganas de dejar de encasillarte. Ganas de no hablarte y solo mirarte en silencio. No puedo explicarte. No necesitas ser explicado. Te mando los besos que no puedo darte, los que quizá no quiera darte. pero que te doy a falta de otra cosa con la cual hacerte saber que me haces sentir lo que no se siente. 
Tu voz me acaricia y tus caricias me sientan bien. Me quitan el aliento y me regresan a la imagen de tu voz. Y como te darás cuenta, me fascina tu voz, me intriga, me da gusto; me llueve de tu presencia. Así como gotas que tienen cada una su trayecto pero caen y se engloban como una, como una lluvia que moja. Tu voz me llueve de tu boca, de tus mejillas enrojecidas. 
Me aterra no poder verte como una sola cosa, como un solo ser. me confunde saberte tan disperso, tan tu, tan ajeno. Tan ganas. Sin beso, sin palabras. Solo ganas. 

Vida

Los suelos que nadie ve, los que están omnipresentes incluso en la más poblada, asfaltada ciudad.
Los suelos verdes, áridos. No hay más.
Tengo mucho en la cabeza. Mucha mierda que no debiese ocupar tanto espacio, menos tanta preocupación.
La vida sigue, no para para que te ajustes el pantalón o te abroches las agujetas.
La vida no frena, aún si colapsas de frente con ella. Te lanza o te atropella y ella sigue, tranquila. Y si tienes suerte te atropellará unas mil veces más. Con toda la fuerza de su motricidad, con toda la fe y la convicción que a ti te faltó. Que te sigue faltando.
Con más suerte aún, según tú, alguien te quitará del camino, te hará a un lado; como carroña sobre el asfalto. Y ahí, con toda la gracia que da la naturaleza, te pudrirás lento. Con uno que otro hueso expuesto, a las larvas y al tiempo.

viernes, 6 de febrero de 2015

Amargo

Amargos son los momentos que pienso en ti.
En la esencia que dejan tus dedos sobre mi piel, en el sonido callado que viene de entre tus labios.
Amargo.
¿porqué?
Si has cambiado mi suerte, la has hecho caber entre versos que jamás hubieran tocado el papel.
Y ahí, tú.
Tan igual y tan cambiante.
Suerte he tenido de encontrar la desdicha de morir por tus labios, de sangrar por tu pecho.
Pero me dueles.
Me asfixia tu cuerpo.
Me devora entera el fuego de tu mirada que cuenta cuentos infinitos, antes de poder conciliar el sueño.
Eres la voz que no pude tocar.
Dulce verso que no pudo escapar de mi mente, no supo cómo saltar.
Amargo.
¿porqué?
Si yo mismo he hablado de la dulzura, de la dicha.
Verás, no hay palabra que sea equiparable al sabor de boca que queda después de enfrentarme ante la pérdida de voz.
Si.
Voz.
Pues tu voz se ha perdido con la mía.
La ha llevado hacia el precipicio del cual siempre mantuvo distancia.
Por miedo a perderse.
Yo, ahí.
Perdida.
En el mismo lugar.
Nunca otro.
Amargo.